La adaptación al cambio. Marga Pérez
Estamos inmersos en un
mundo dinámico, con constantes cambios, por lo que nuestra adaptación nos va a
permitir mantener la estabilidad emocional, así como el equilibrio y el
bienestar psicológico. Ante nuevas situaciones, desaparecen las expectativas
que teníamos, se nos genera incertidumbre e inseguridad, hemos de ser
conscientes que los acontecimientos diarios no siempre van a estar bajo nuestro
control y por tanto con la aceptación de los mismos damos el primer gran paso.
Si por el contrario no aceptamos que hay cambio, que no siempre es posible que ocurran las cosas como deseamos, el desajuste que se provoca puede llegar a desarrollar en nosotros síntomas emocionales o conductuales de diferente intensidad: tristeza, preocupación, ansiedad, sentimiento de incapacidad para afrontar los problemas, frustración. Cuanto más trascendente sea el cambio, más importante es tener desarrollada esta competencia.
Lo comportamientos proactivos permiten la capacidad de adaptación, mientras que la pasividad llevan a una actitud poco vitalista que aunque a corto plazo puede generar bienestar no elimina lo sucedido ya que el impacto volverá a hacerse evidente en algún momento.
La predisposición al cambio ha de ser firme a la vez que flexible ya que aceptar cualquier cambio, por mínimo que sea, puede generarnos inestabilidad (hemos de preservar nuestra entidad y convicciones personales para seguir siendo nosotros mismos).
La actitud ante el cambio se refleja en el
comportamiento que ponemos en marcha, a mayor capacidad de adaptación y mayor
apertura al cambio, mejor será la respuesta.
La competencia de adaptabilidad, es un indicador tanto de liderazgo personal como profesional. La versatilidad en el comportamiento, la habilidad de modificar la propia conducta con el objetivo de alcanzar nuevas metas o solucionar problemas existentes son elementos muy valorados en los entornos de trabajo, ya que no solo permite adquirir nuevos comportamientos, sino también adaptarse a nuevos equipos de trabajo. Una mente abierta a nuevos aprendizajes, a valorar otras opiniones y formas de hacer las cosas, tener iniciativa y acompañarlo de una buena capacidad para transmitir a las personas que nos rodean esta flexibilidad y proactividad son claves para el buen funcionamiento de los equipos.
¿Qué nos permiten estos comportamientos que los hacen tan importantes?
- Modificar conductas adecuándose a nuevas estrategias y objetivos.
- Asimilar nuevos conocimientos.
- Percibir los cambios como oportunidades de aprendizaje.
- Mostrar fortaleza, tolerancia y autocontrol ante adversidades y contratiempos.
- Resistencia al estrés, las presiones y los conflictos.
- Anticipar posibles cambios y problemas antes de que sucedan, reconociendo los escenarios de cambio.
- Afrontar situaciones cambiantes, valorando los impactos.
Añadamos a lo anterior una buena capacidad de análisis y paciencia, para no precipitarnos antes los cambios, así como empatía y capacidad de escucha para generar una comunicación eficaz.
"No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor a los cambios".
Charles Darwin
